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CLARA CARRASCO

COMARES.
Fotografía / Dibond.
190 x 125 cm.
2023.

S/T.
Fotografía / Dibond.
45 x 60 cm.
2023.

Clara Carrasco (1995) fotógrafa que reside y trabaja en Huelva. Técnica superior en Artes Plásticas y Diseño en Fotografía. Su obra se caracteriza por la predominancia del blanco y negro y colores fríos de gran impacto emocional, revistiendo sus imágenes de un halo de melancolía, con el fin despertar diferentes sensaciones en el/la espectador/a. Desde 2016, por su vinculación con el feminismo, su fotografía ha dado un giro hacia el documentalismo social con una clara perspectiva de género. Estudió fotografía en la Escuela de Arte León Ortega de Huelva e Iluminación, Captación y Tratamiento de la Imagen en el IES Pablo Neruda de Huelva. Colabora como fotoperiodista en medios provinciales y nacionales. Ha participado en diferentes exposiciones tanto individuales como colectivas.

"Gritar desde los balcones
a los hombres de vitruvio:
Zim e qurei, ¡irze!
Y ocupar el redondel
con un patio de vecinas
y cien noches de verbena...

Tomar la calle y la fresca
con una silla de playa
sentir desde loa accesible
juntarnos como se pura"

– Fragmento de Poema de Mar Gallego

SOBRE LA OBRA

Sostener el rato hablando por la noche y cómo eso repercute en la vida de las mujeres. Cómo sostiene lo que se construye fuera lo que hay de puertas pa dentro. Las mujeres al fresco han sido para nuestras sociedades mujeres invisibles, una vez más, mujeres que no estaban haciendo nada de relevancia, nada que se recogiera nunca en los libros que escriben la Historia con mayúscula. Al final, no dejaba de ser un pequeño espacio público, una acera, ocupado temporalmente por mujeres en reunión que realizaban tareas propias de estas. Nada reseñable, casi insignificante.

Sin embargo, las mujeres que me(nos) sostienen me(nos) han enseñado que esa ocupación femenina y feminista del espacio para tomar el fresco era y es un espacio de acción política. Un espacio de resistencia, de cuidados, de redes comadriles mucho más complejas de lo que a simple vista parecen.

Mujeres que hicieron y siguen haciendo de tomar el fresco un momento y un espacio propios que pueden o no ser compartidos con los hombres, pero que, de igual manera, les pertenecen. Un espacio en el que poder sacar de la casa, de lo privao, aquello personal, individual y familiar y poder socializarlo, contarlo, verbalizarlo. Porque como diría Yerma en la obra homónima del poeta granaíno Federico García Lorca (1934): “Hay cosas encerradas dentro de los muros que no pueden cambiar porque nadie las oye. Pero que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”.

Las mujeres al fresco no solo han llenado el mundo, lo tejen y lo sostienen con algo muy simple: sus ratos nocturnos de charla con las vecinas, las comares, las que se ayudan desde la puerta de la calle a sostener lo que hay de puertas pa dentro. Ojalá pudiéramos medir cómo repercute esto en la vida de las mujeres y del propio pueblo. Ojalá las vecinas (y las comares) miradas como sujetos políticos (Gallego, Mar, 2020).

Porque mientras hablan, cosen, tejen, comen, ríen, lloran y comparten, nos enseñan a resistir, nos enseñan a mantener saberes y conocimientos que resultan imprescindibles para lo más importante, que a veces se nos olvida: vivir.

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